La Comisión Europea se plantea relajar la normativa de emisiones prevista para 2025
La transformación del sector del automóvil, empujada por los políticos europeos, rumbo a la electrificación tal y como está prevista, podría tener una dosis de coherencia si se acaba confirmando el borrador de la ley de emisiones prevista para finales de 2025, la normativa medioambiental Euro 7. La ley, que está previsto que se publique el próximo 9 de noviembre, podría ser menos restrictiva.
Con esta propuesta ‘suavizada’ y menos estricta de lo que estaba previsto, los fabricantes podrían abordar la próxima década antes de la prohibición total de venta de vehículos de combustión con cierto alivio. Desde ACEA, la asociación de constructores, habían pulsado el botón alarma ante la posibilidad de endurecimiento de la actual norma Euro 6 d de cara a 2025 como paso intermedio para la eliminación total de motores de gasolina y diésel para 2035. Esta eliminación se aprobó inicialmente en el Parlamento Europeo y este jueves lo ha refrendado la Comisión Europea.
En un principio se había previsto endurecer la normativa actual que transitaba hasta 2035, limitando todos los parámetros de los motores de combustión. Se ampliaba el alcance de las normas sobre contaminantes para reducir las partículas finas, junto con las partículas de los neumáticos y los frenos, así como otros gases contaminantes como el monóxido de carbono, los óxidos de nitrógeno (NOX), el metano y el amoniaco. El control de las emisiones se tenía que realizar a lo largo de toda la vida útil del vehículo, fijado en 15 años y 240.000 kilómetros,. La norma también ‘se metía’ con la durabilidad de la batería. No obstante, parce que salvo el tema del CO2 el resto del proyecto se ha colocado en una posición de sentido común.
Según el borrador Euro 7 filtrado por el portal digital Politico, la nueva normativa permitiría mantener los niveles de emisiones que no sean de CO2 en la misma cifra actual tanto para coches como para furgonetas. Eso permitirá a los fabricantes trabajar en la investigación y desarrollo de motores más eficientes en los próximos diez años. La Comisión Europea parece que ha aportado sentido común y en el borrador señala que ha revisado el texto “a la luz de las circunstancias geopolíticas y económicas actuales”. Se basan en el incremento que se produciría en cuanto a el coste de la energía y de las materias primas de la industria. “Esto ejerce una presión sin precedentes sobre la cadena de suministro automotriz y plantea problemas de asequibilidad para los consumidores, en un contexto general de alta inflación”, apunta el borrador.
Los fabricantes avisaron
De hecho, en este sentido, dos pesos pesados del sector, como son Luca de Meo (Renault) y Carlos Tavares (Stellantis) comentaron durante el pasado salón de París que la norma Euro 7 no era buena para el sector y podría acabar con muchas marcas. La inversión necesaria prevista para esa norma excedía, con mucho, los planes industriales hasta la electrificación total. Tavares argumentó que “la inversión necesaria para acatar esa nueva norma y llegar a 2035 sin motores de combustible se pude realizar, sí, pero la normativa absorbe unos recursos de tiempo, dinero y de ingeniería que la convierte en sí misma en un sinsentido. ¿Por qué usar recursos escasos para algo para un corto período de tiempo? La industria no lo necesita, y es contraproducente”.
De Meo, por su parte, hondaba en esta teoría: “Las últimas noticias sobre el Euro 7 apuntan a algo cercano a desafiar la física. Piden que un coche de combustión se comporte como un coche eléctrico a partir de los 50 metros después de arrancar el motor. Es imposible, es muy complicado y nos va a costar mucho dinero para un efecto marginal sobre el medioambiente. Esos recursos los tendríamos que desviar de la apuesta de verdad (el coche eléctrico), teniendo que inventar nuevos combustibles, entre otras cosas. Por eso decimos que no queremos tener Euro 7 en estos términos”.