La Fundación retomó su actividad en el desierto marroquí después de dos años de ausencia por la pandemia y devolvió la esperanza e ilusión a personas de las áreas más recónditas
La caravana del Desierto de los Niños, después de dos años de ausencia por la pandemia del Covid-19, ha vuelto a Marruecos y ha reemprendido una labor solidaria que desde 2005 recorre el país alauita de norte a sur con la colaboración de Hyundai. El viaje, que mezcla el ocio, la conducción por parajes idílicos y las acciones solidarias, se ha celebrado por primera vez en verano y desafiando las más altas temperaturas.
La expedición ha cubierto el objetivo de mejorar la vida de decenas de pueblos subdesarrollados del sur de Marruecos y cuando lo vives sobre el terreno te das cuenta de la importancia que tiene este tipo de iniciativas. Crear escuelas y dotarlas de material escolar, mejorar y fomentar las infraestructuras básicas como el agua, la entrega de juguetes, ropa, zapatos y material que ayude a la movilidad de las personas dependientes son algunas de las múltiples labores que se han llevado a cabo.
Escuela de Nómadas dirigida por Cristina Aisha Destacaría también, por otro lado, el extraordinario trabajo de la fundación Alain Afflelou, que desplazó a las poblaciones más remotas un importante grupo de ópticos para revisar y graduar la vista a unas personas –desde niños a ancianos- que no tienen acceso a ello y a las que, próximamente, se les entregarán unas gafas que corrijan sus problemas para que puedan tener una visión normal.
Revisiones de la vista en Hannabou, pueblo en Erfoud
UN CANTO A LA ESPERANZA
La cara de las personas, especialmente de los niños, cuando llegaba la caravana me recordaba –por su expresión de alegría, emoción e ilusión – como se vive la Navidad entre los más pequeños en España. Para ellos la labor de la Fundación El Desierto de los Niños es un canto a la esperanza para un futuro mejor.
La caravana arrancó desde Tarifa, pero los que viajamos desde Barcelona acabamos cubriendo casi 5.000 kilómetros, una distancia larga pero que se nos hizo corta por el espíritu que embargaba la expedición. Al volante de un Hyundai Tucson que funcionó como un reloj sobre todo tipo de terreno, sin el mínimo problema, cruzamos el Atlas para adentrarnos en el desierto desde Erfoud, pasando por poblaciones como Merzhouga, Taouz, Ouzina, Kankimia, Derkaoua y Hannabou.
Camino a la escuela de Derkaoua Resaltar, por otro lado, que Polo Satrústegui lideró esta edición tan especial, la primera postpandemia, para subrayar el apoyo tanto de la compañía coreana como de su Red de Concesionarios a esta acción tan importante. "He querido sumarme a esta acción después de estos dos años para dar mi total apoyo y el de la marca a estas actividades que dan soluciones de movilidad en las zonas del desierto más deprimidas. Entre los proyectos emprendidos este año destacaría la inauguración de pozos de agua realizados bajo el lema ‘Agua en el Desierto’, gracias a la colaboración de la Red de Concesionarios de Hyundai Motor España, y también la entrega de bicicletas destinadas a facilitar la movilidad de las niñas para poder desplazarse a la escuela en esas zonas tan recónditas", comentó el director general de Hyundai España.
Acto de entrega de bicis en la escuela de Derkaoua Por último, apuntar que el coche con el que disfrutamos de la aventura fue un Tucson 1.6 CRDI 136 48V, con tracción a las cuatro ruedas y acabado N Line. En condiciones de carretera ya le conocía y me reafirmó las buenas sensaciones, pero en pista superó todas las expectativas. La suspensión se adapta al terreno con facilidad y bloqueando el diferencial central y quitando el control de estabilidad, además de colocarlo en modo Sport, superó con holgura las trampas de arena que nos fuimos encontrando equipado con neumáticos mixtos. Todo un lujo, como el amplio maletero. En definitiva, un vehículo ideal para disfrutar al máximo de la aventura.
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