Prueba del Mercedes-Benz C 300de, eficiencia premium
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Mercedes-Benz cuenta en su gama con varios modelos electrificados que se valen de distintas tecnologías paras reducir sus emisiones y entrar dentro del cada vez más poblado grupo de coches ‘ECO’ o ‘0’. Los hay microhíbridos, eléctricos, o, como el Clase C 300de, híbridos enchufables diésel. Esta configuración busca toda la eficiencia que le pueda dar el diésel y las ventajas de los eléctricos gracias a sus, según la marca, 56 kilómetros de autonomía.
Estéticamente no varía respecto a las versiones de combustión. Es elegante y sobrio, aunque mantiene ese punto de deportividad siempre presente en los vehículos de la firma de Stuttgart, maximizado además gracias al paquete opcional AMG Line, que incorpora llantas de 18 pulgadas y molduras decorativas, entre otros detalles de diseño. No faltarán los distintivos 'EQ Power' para indicar que la electricidad juega un papel importante en el coche.
En el interior, el cuadro de instrumentos digital presenta los gráficos propios de las versiones EQ Power, con información como la autonomía de su batería, el modo de conducción y el modo de gestión de la batería, que cuenta con la opción de recargar en marcha pasando a circular con el motor diésel. El habitáculo es amplio y abundan los materiales de calidad, aunque el ‘piano black’, plástico duro, también tiene un gran protagonismo. En esta versión, el sistema MBUX se gestiona a través de los controles de la consola central porque su pantalla no es táctil, algo que le resta practicidad y obliga a separar la vista de la carretera más de lo deseado. La banqueta trasera ofrece comodidad para dos adultos altos sin problemas de espacio aunque el maletero, de 315 litros, no es demasiado grande.
Las ventajas de dos mundos
En marcha, combinando el motor diésel y su motor eléctrico de 122 CV, el C 300de ofrece un total de 306 CV de potencia. En modo Sport acelera con mucha contundencia gracias al empuje instantáneo de la energía eléctrica, fuerza que mantiene aunque suba la velocidad. Su transmisión es rápida y precisa. No obstante, este vehículo no es un deportivo y está configurado para ser cómodo, misión que cumple con creces.La marcha es suave, más si se circula en modo eléctrico, cuya autonomía real no pasó de los 32 kilómetros en la prueba; silenciosa, aún en modo de combustión, y la suspensión se encarga de filtrar todas las imperfecciones de la carretera sin restarle excesiva estabilidad, aunque presenta cierto balanceo. Su consumo, en modo híbrido, puede llegar a marca cifras tan bajas como dos litros cada 100 kilómetros. En esencia, es un vehículo muy eficiente, cómodo e ideal para ciudades gracias a su etiqueta ‘0’. Todo, por 58.000 euros.