La historia del turbo, según Porsche
La palabra “turbo” evoca velocidad, fuerza, empuje, potencia… En cualquier contexto, algo acompañado de ese término siempre es más rápido o más atractivo a ojos del público. En los videojuegos “turbo” se usa para ganar velocidad y en los coches teledirigidos la opción “turbo” siempre es ese extra de fuerza que termina por devorar la batería del juguete. Hace años, los coches turbo eran aquellas máquinas deseadas por todos, vehículos más rápidos y más potentes, también más agresivos.
Ahora, la gran mayoría de vehículos se aprovechan del turbocompresor para ofrecer motores más eficientes y suaves. Asimismo, los fabricantes de deportivos han conseguido optimizar tanto esta tecnología que han conseguido que motores “pequeños” igualen las prestaciones de propulsores atmosféricos mucho más grandes. Algunas marcas, como Porsche, han hecho del turbo una tecnología definitoria. Otras, como Lamborghini, reniegan de ella y optan por los grandes V12 atmosféricos.
El primero, en 1972
Como ha ocurrido en tantas ocasiones en el sector, Porsche recurrió al turbo por primera vez para su 917/10 de competición, con el que ganó el campeonato CanAm en 1972. No tuvo un mal debut y, el año siguiente, con el 917/30, una bestia de 1.100 CV, se volvió a erigir como campeón, siendo muy superior y justo vencedor. Tras probar su valía en el motorsport, el primer 911 Turbo llegaría en 1974.Este 911 Turbo (930) llegó con un motor de 260 CV gracias a la acción de un turbocompresor. De este coche, desde Stuttgart querían vender solo 500 unidades. No obstante, su éxito comercial hizo que la marca cambiara de planes y en su actualización, en 1977, el 911 Turbo cambiaría su motor por un propulsor más grande, pasando de 3.0 a 3.3 litros, manteniendo el turbo y aumentando su potencia hasta los 300 CV. La firma alemana lo mantuvo en el mercado hasta 1988.
Esta nueva generación del coche alemán rescataba el enorme alerón trasero que tanto enamoró en su predecesor, del que tomó prestado del motor. No obstante, los ingenieros de la marca tuvieron que realizar varios ajustes para cumplir con las nuevas normativas de emisiones, que ya entonces, en 1991, empezaban a ser estrictas. El 911 Turbo 3.3 escondía un un motor de 3.3 litros y un turbo que entregaba 320 CV de potencia y un par máximo de 450 Nm. En 1993, Porsche siguió la misma estrategia que con el 930 y cambio su propulsor por otro más grande de 3.6 litros, que permitiría un aumento de potencia hasta los 360 CV.
Evolución del 911 Turbo hasta la actualidad
En 1995 llegaría el 911 (993) y con él su versión Turbo, el primero con dos turbocompresores para su motor de 3.6 litros, con el que disponía de 408 CV de potencia y 540 Nm de par máximo. Según la marca, este motor era el que menos emisiones declaraba del mercado en este rango de potencia. En 1997, de nuevo, la firma de Stuttgart revisó su mecánica para terminar lanzando el Turbo S, una versión todavía más extrema, cuyo bloque derivaba de la del 911 GT2 de competición. Manteniendo el doble turbo, su potencia aumentó hasta los 450 CV.