El papa Francisco cambió un Lamborghini personalizado por un Renault 4L de segunda mano
El papa Francisco podría haber elegido cualquier coche para sus desplazamientos, pero siendo coherente con la austeridad que ha definido su papado, prefirió viajar en coches que podría tener cualquier familia modesta. Desde el inicio de su mandato, Bergoglio dejó claro que lo suyo no eran las limusinas ni los blindados. Era un hombre sencillo y de gustos normales. Durante años, su medio de transporte habitual fue un Ford Focus azul oscuro con el que recorría los jardines vaticanos o se acercaba a reuniones privadas. No era nuevo ni hecho a medida. Era un coche del parque móvil del Vaticano que ya habían usado otros empleados. Y él lo adoptó sin remilgos. Para Francisco, un coche sirve para ir de un sitio a otro, no para distinguirse del resto.
Otro ejemplo de su sencillez lo vimos cuando un sacerdote italiano le regaló un Renault 4 blanco de 1984. Lo condujo y lo usó en vez de retirarlo y pasarse a un coche más nuevo y prestacional. Se le vio al volante de este 4L en varias ocasiones, incluso dentro del Vaticano. Porque si algo ha caracterizado al papa argentino, también en lo automovilístico, es la coherencia.
Y esa línea se mantuvo con el Fiat 500L. Un modelo que, aunque ya no se fabrica desde 2022, sigue siendo parte de la flota papal. Con un precio aproximado de 21.000 euros en su última versión, este coche compacto y funcional encaja con su estilo: práctico, sin alardes, centrado en lo esencial.
Tras su reciente hospitalización por una neumonía, el papa salió del Hospital Gemelli como había entrado: sin aspavientos. No quiso helicópteros ni escoltas de gran despliegue. Se montó en su Fiat 500L blanco y puso rumbo al Vaticano. Durante el trayecto, incluso se desvió para parar en Santa María la Mayor, como siempre hace tras momentos importantes. Agradeció con flores. Y volvió a casa. Como uno más.
En 2017, Lamborghini decidió regalarle un Huracán LP 580-2. Una joya de más de 600 CV, personalizada en blanco con detalles dorados. La escena fue curiosa: el papa bendijo el coche, posó junto a él... y acto seguido lo donó para una subasta benéfica. El superdeportivo alcanzó 715.000 euros en la puja y el dinero se destinó a causas solidarias. Fue un buen gesto de Lamborghini, sin duda, pero también un ejemplo claro de cómo Francisco entendía el poder del coche como herramienta. No para lucir, sino para ayudar.
El uso de coches normales no es una anécdota más en su papado. Más allá del papamóvil, el papa prefería un vehículo que cualquiera pueda llegar a tener. Que transmita accesibilidad. Y que, al mismo tiempo, sea útil, eficiente y sin pretensiones. El Fiat 500L no pasará a la historia como un icono automovilístico, pero sí como un símbolo. Un coche que, en manos del líder espiritual de más de 1.300 millones de personas, se convirtió en una declaración de intenciones sobre ruedas.