Las claves para descarbonizar el transporte por carretera
En ocasiones, la sociedad percibe el valor de una actividad cuando esta se paraliza. Un ejemplo lo vimos a principios de año cuando una huelga de transporte por carretera puso en jaque a la sociedad y sus suministros necesarios para funcionar. O cuando la subida del precio de los combustibles generó un alza en los precios finales de los productos que consumen nuestras familias y empresas. Y esto es así porque nuestro país depende del transporte por carretera, que mueve alrededor del 93% de las mercancías en España. La realidad es que dependemos del transporte para producir, para consumir y para exportar e importar... y para que todo ello se haga de modo competitivo y eficiente.
Toda esta malla de profesionales, empresas, flotas y servicios se basa, a su vez, en un activo: los vehículos, desde inmensos camiones a pequeñas furgonetas. Y esa movilidad también se enfrenta a los retos derivados de los objetivos regulatorios de la descarbonización marcados por la UE y por España.
En concreto, durante la presidencia española de la Unión Europea se van a discutir dos dosieres clave para el futuro del transporte por carretera. Se trata de la propuesta de reglamento Euro VII sobre emisiones contaminantes, que ha generado mucha atención, y la incluso más importante pero más desconocida propuesta de límites de emisiones de CO2 a los vehículos pesados. En concreto, la Comisión sube (de nuevo) la ambición respecto a 2019, fijando una reducción del 45% en 2030 (frente al 30% actual), y del 65% y 90% en 2035 y 2040, respectivamente. Además, añade un nuevo objetivo, como es lograr la reducción de emisiones del 100% para los nuevos autobuses urbanos ya en 2030.
Este escenario regulatorio, al que en España se une la incertidumbre de cómo va a aplicar cada municipio su zona de bajas emisiones, impactará directamente en las empresas y transportistas. Los operadores de transporte invierten en sus vehículos como una herramienta de trabajo, primando en su criterio de compra garantizar las prestaciones para su misión (más complicado en la larga distancia por la necesidad de mayor autonomía), conseguir un coste propiedad lo más bajo posible y garantizar su usabilidad en todas las condiciones (infraestructura de recarga y tiempos de recarga competitivos, capacidad de carga equivalente...). En este escenario, es crítico, y más para un país periférico como España, que estas incertidumbres regulatorias se resuelvan rápido y no se conviertan en incertidumbres para el conjunto de la sociedad, en forma de falta de servicios, alzas de precios o una combinación de ambas. Por el contrario, lo que España debe aspirar a lograr en ambos expedientes europeos es conseguir un avance eficaz en la descarbonización del transporte manteniendo la competitividad de éste, de la que tantas cosas dependen.
Desde ANFAC, y al igual que sucede con los turismos, la apuesta por la descarbonización del transporte es imparable. Los fabricantes ofrecen ya en el mercado distintas opciones para reducir las emisiones, incluyendo vehículos eléctricos 100%, sobre todo centrados en los usos de menor alcance (como transporte de personas o mercancías en entornos urbanos o regionales). Este proceso no va a parar, pero nuestro esfuerzo debe acompañarse de un trabajo similar de los reguladores e instituciones para ayudar a nuestros clientes a dar el salto. Porque ellos, simplemente, no se pueden jugar su negocio por lo que se dicte desde Bruselas...ni la sociedad aceptará que el transporte empeore.
Por eso desde ANFAC pedimos que la norma que fije los objetivos de CO2 para vehículos pesados incluya obligatoriamente una revisión anual de si las condiciones facilitadoras de ese cambio están realmente implantadas...o se han quedado sobre el papel. En concreto, las condiciones habilitantes pasan por tres ejes: planes de ayuda para fomentar el cambio de vehículos en favor del transportista, fiscalidad favorable para las empresas y autónomos y señal de precio de carbono, y despliegue de infraestructura de recarga de acceso público y de combustibles alternativos adecuada en términos de potencia, cantidad, capilaridad y espacios en vehículos pesados.
Además, las necesidades del transporte son muy diferentes: no es igual un trayecto urbano de pasajeros que un viaje de 50 personas a París, como no lo es transportar fresas refrigeradas desde Murcia a Alemania que simplemente llevar equipos metálicos de Ámsterdam a Bruselas. Por eso Europa, y especialmente España, han de adoptar un enfoque pragmático, progresivo y tecnológicamente neutral, con soluciones escalables donde la electricidad, pero también el hidrógeno o los combustibles renovables deben tener su oportunidad. La descarbonización no tiene una única respuesta, siempre lo hemos mantenido, pero esto es aún más claro con el transporte pesado de mercancías y personas.
Tanto desde ANFAC como desde ACEA se han planteado más propuestas concretas a los dosieres regulatorios citados, y solicitado a nuestro gobierno que, desde su papel clave como presidente de la Unión, priorice conseguir resultados ambiciosos y fijar los medios reales para alcanzarlos. De no producirse esta coordinación, corremos el riesgo de causar impactos muy negativos en toda la cadena de valor de automoción y transporte, sin conseguir además los objetivos de descarbonización. Asimismo, corremos el riesgo de una mayor afectación al sector del transporte y la logística a nivel español, pues nuestro sector del transporte está configurado fundamentalmente por PYMEs frente a las grandes flotas de transporte europeas con mayor capacidad de inversión.
En conclusión, descarbonizar el transporte pesado por carretera es mucho más que establecer objetivos de CO2 más exigentes para los fabricantes. La única manera que tenemos de afrontarlo, y así lo defendemos desde ANFAC, es avanzar con la mente abierta y escuchando al sector. De este modo, además, beneficiaremos a toda la cadena de valor, desde la industria a los profesionales del transporte, manteniendo el empleo de calidad y el flujo de mercancías que dan calidad de vida y riqueza al país. Tenemos esa responsabilidad.