¿Por qué no se venden coches eléctricos? El precio y las trabas burocráticas echan para atrás al consumidor

Los puntos de recarga crecen, pero son de difícil gestión para el usuario y cerca de 9.000 no funcionan

Para el usuario, el coche eléctrico sigue representando un problema. Salvo los casos en los que no hay problemas económicos para la adquisición del vehículo y que se dispone de un punto de recarga eficiente, el resto de consumidores ha rebajado sus preferencias para comprar un coche eléctrico. Y es que quien quería tener un coche eléctrico ya lo tiene. Así que hay que convencer a más consumidores, y pese al esfuerzo de los fabricantes, los políticos no acaban de dar con la tecla.

¿Por qué no se venden? Sencillo. El precio es el primer elemento que echa para atrás, y es que el coste de la batería sigue suponiendo la mitad del precio de un vehículo que, además, se encarece por la tecnología que embarca para cumplir con las estrictas medidas de seguridad que impone Europa. El consumidor prefiere otras tecnologías, que siendo eficientes también son más baratas.

La recarga

El segundo factor son las infraestructuras de recarga. Si bien es cierto que en España siguen subiendo cada año (hay 35.698 puntos frente a los 29.301 del pasado año), nos encontramos en un escenario en el que los puntos existentes están por encima de la demanda para viajar a lo largo del país. Además, según el barómetro de electromovilidad de Anfac (asociación española de fabricantes de automóviles), “los puntos instalados no operativos han incrementado un 5,8% en un año, sumando ya 9.145 a lo largo de España”.

Las compañías eléctricas abogan por seguir instalando puestos de recarga, aunque admiten que es complejo. “Instalar un punto cuesta 15 días, el problema es que para tener todos los permisos para su puesta en funcionamiento supone 15 meses”, señalan desde una de las empresas punteras del sector.

También es complejo el uso de las recargas ya que hay más de 20 aplicaciones para el móvil correspondientes a otros 20 servicios de recarga. No hay pago directo por tarjeta de crédito, algo que aliviaría mucho la presión en ese sentido. En Portugal, por ley, solo hay una única aplicación de recarga y se puede pagar con tarjeta.

La autonomía, que al principio era un problema, ya no lo és. Los fabricantes ya apuestan por baterías más capaces por lo que la distancia que ser puede cubrir con un coche eléctrico ha crecido mucho. Los 450 kilómetros ya son una distancia habitual.

Los planes de ayuda

El tercer elemento crítico es la fiscalidad, algo que en España llevamos mal. En muchos países europeos se ha actuado sobre el IVA, los impuestos de matriculación, las bonificaciones a las empresas y sobre los impuestos municipales. Aquí no. Y eso tampoco ayuda. Aquí se fiscaliza por potencia y no por emisiones. Además, cada comunidad va a su bola. Si a eso unimos que los planes de ayuda son farragosos y complicados (porque no se gestionan desde el Gobierno central si no que lo hacen las autonomías), no es de extrañar que la gente no opte por adquirir un eléctrico.

Son insuficientes y complejos. En España disponemos del Plan MOVES III (que permite conseguir hasta 7.000 euros pero que hay que declarar), aunque su eficacia está puesta en entredicho por la tardanza en la llegada de las ayudas. Desde la patronal del automóvil (Anfac) admiten que esa traba complica el desarrollo del coche eléctrico puro. “Los 5,5 millones de vehículos eléctricos que deberían estar según los planes del Gobierno son inalcanzables. La renovación de los fondos del Plan Moves III debería ayudar”, admite José López Tafall, director general de la asociación, pero apenas se llegará este año a un parque 100% eléctrico de 400.000 coches.

Las ayudas tampoco ayudan a tirar, ya que el público no las percibe como tales. Marta Blázquez, presidenta de la asociación de concesionarios (Faconauto) acusa a los políticos del desbarajuste: “El consumidor necesita mensajes claros porque busca certezas, y el problema es que mientras se espera, el parque envejece (ya tiene 15 años de media) y con ello suben las emisiones, vamos, el efecto contrario que se pretende. Desde el Gobierno hay un problema competencial notable ya que la gente vería mejor ayudas directas. El usuario quiere un plan de ayudas sin complejos, que permita modernizar el parque sacando de la carretera verdaderas cafeteras y apostando por la seguridad. Y no centrándose solo en el coche eléctrico si no en todas las tecnologías (gasolina, diesel, gas...) porque todas son eficientes y sostenibles”, reconoce la presidenta de Faconauto.

Alemania puso fin a las ayudas en 2023, tres años después que el gobierno de Angela Merkel las pusiera en marcha (suponían unos 6.750 euros). Hace una semana las ha vuelto a instaurar ante el desplome de las ventas de coches eléctricos (un 69% de caída en agosto, representando solo un 12% del parque de coche nuevo). El Ejecutivo de Olaf Scholz aprobó el miércoles un paquete de incentivos a la compra de vehículos eléctricos, entre los que se contempla una reducción de impuestos por un importe medio anual de 465 millones de euros entre 2024 y 2028.

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