Así me enamoré de un Bocanegra de 1976
Hace apenas un par de días me despedía del llavero del Seat 1200 Sport, de llaves auténticas, con el que completé más de 1.000 kilómetros durante la 21ª edición del Rallye des Princesses. Fueron seis días de conducción por tramos abiertos, navegación en las complicadas y estrechas carreteras del norte de Francia y una auténtica conexión con este coupé de 1976. Es difícil explicar como puedes enamorarte de una máquina, pero voy a tratar de contároslo en este artículo. Seat Históricos ha sido el Cupido de esta historia de la que, os puedo asegurar, no se ha escrito el epílogo. Es más, se trata ya de la segunda entrega. La primera tuvo lugar en el Rally Motul Costa Brava de 2022, pero eso lo dejaremos para otra ocasión e incluso un posible “remake”.

Isidre López tuvo clara esa visión al restaurar parte de la colección de Seat Históricos para su participación en pruebas europeas de regularidad. Tal como os explicaba al inicio, hace unas semanas tuve la fortuna de participar en una de ellas: el Rallye des Princesses. Más allá del cliché del nombre, que trato de desmontar en la crónica de nuestra participación junto a un Seat 124 Sport, pilotado por Renata Zanchi e Ingrid Peeters, se dio la situación perfecta para transgredir con el espacio tiempo y comprender la pasión por los clásicos.
Eso no quiere decir que estemos dispuestos a renunciar a pequeños placeres de épocas pasadas. Hablo de los vinilos, el café de cafetera italiana, comida sin aditivos o una jornada de conducción con un Seat 1200 Sport.
Mirar al pasado para valorar el presente

Todavía tengo muy presente un instante del Rallye des Princess. Estábamos circulando por las calles atestadas de tráfico de París y tenía al Seat 124 Sport delante. Más allá de la belleza de esa zaga rectangular y muy baja, me sorprendió ver las cabezas de la piloto y copiloto a través de su luneta trasera.

Miré a mi lado y tenía a mi copiloto, Clémence de Bernis, con un roadbook de viñetas en blanco y negro. Esa era nuestra herramienta de navegación, junto a las matemáticas necesarias (y sin calculadora) en caso de pérdida, por los kilómetros sumados al marcador. Los nombres de las carreteras y los pueblos pasaron a ser vitales, no circulábamos sin rumbo guiadas por un GPS o un Head-Up Display frente a nuestros ojos en el parabrisas. Fue entonces cuando conecté.
El Bocanegra se conduce

Pronto tomé conciencia de la importancia de conducir. Así, a secas. La concentración fue requisito indispensable para sentarme al volante de un clásico de cuatro velocidades y la palanca de cambios más tosca, imprecisa y dura que había probado en mi vida. El marcador de revoluciones es lo de menos, el bloque del 124, colocado en posición transversal en el Bocanegra, te habla y te exige. Ese fue el nombre comercial, o del pueblo, al primer vehículo desarrollado por el centro técnico de Martorell tras la ruptura con Fiat. Un coche completamente nuevo al que dotarían de cualidades deportivas, aprovechando lo que ya existía en la firma española. También sería el último en denominarse según la cilindrada de su motor.

Incluso el llegar con la voz rota de elevarla para poder mantener una conversación decente pasados los 90 km/h. Una velocidad que sientes muy alta para circular por las carreteras más reviradas de Normandía. ¿No vamos muy rápido? Le preguntaba en más de una ocasión a Clémence cuando conducía entre tramos para llegar a tiempo al punto de control. Apenas iba a 80 km/h. Suficiente para sentir el brío de su bloque de 4 cilindros en línea y apenas 67 CV de potencia, entregadas sobre las 5.800 rpm. Una fuerza que se quedaba corta en momentos claves de la regularidad. Por ese motivo están más cotizados los Bocanegra de segunda serie, fabricados a partir de 1977 con el bloque “catorce treinta” de 77 CV. Una caballería ideal para empujar sus 805 kilogramos de peso pluma.

A pesar de esa lucha constante, la previsión necesaria, una concentración agotadora y más de un ¡Ay, ay!, jamás he disfrutado tanto de las sensaciones al volante de un coche de producción y generalista. No olvidemos que el Seat 1200 Sport del 76 era deportivo sí, pero para el pueblo. No tendría un Bocanegra con este color verde Kent para ir a trabajar, os lo aseguro, pero una vocecita en mi interior me anima a dejar atrás el raciocinio para invertir en felicidad. Primero debería mudarme al extrarradio.