Camino de un mundo ¿realmente feliz?
La conectividad, los nuevos actores de la movilidad, el vehículo autónomo. Todo avanza, y la sociedad debe correr para adaptarse.
Vivimos en un mundo de promesas alrededor de una nueva movilidad que nos llevará hacia un mundo feliz, que no quiere decir, al menos de momento, ni más confortable ni más asequible para todos. Y estas promesas de hace una década -muchas provocadas por directivos automovilísticos buscando seducir inversores-, traducidas a realidades de hoy en día nos dicen que la electrificación no avanza lo adecuadamente que se esperaba y generando dudas sobre todo en plazos; que aquella conducción autónoma que Carlos Ghosn barruntaba para el inicio de esta década no es más que una conducción automatizada gracias a la profusión de ADAS.
Tardaremos en ver esa ausencia de dirección humana más allá de rutas cortas, fijas y con riesgos muy controlados; que la movilidad compartida sigue generando incertidumbres a nivel de negocio porque las cuentas no terminan de salir y cada vez hay más players para un pastel que a nivel de usuarios no crece en la misma magnitud; que la conectividad sigue buscando su modelo de negocio... Solo parece tener camino, de momento, la veta del software. Vivimos en un momento en el que los temas de moda son las pantallas, la experiencia del usuario, el vehículo definido por software, las actualizaciones remotas y otros aspectos tecnológicos que están transformando el diseño y el uso del automóvil.
Empresas tecnológicas
El enfoque de moda para los fabricantes de automóviles es aparecer ahora como una empresa de tecnología, un desarrollador de software cuyo servicio es la movilidad. Pero en software, tienes que ser rápido, eficiente y adaptarte a necesidades y entornos cambiantes. En definitiva, sí, los fabricantes quieren ofrecernos smartphones con ruedas.
Falta que el cliente masivo valore y pague por estas nuevas bondades. Sonar, puede sonar bien el pago por uso de tecnologías o servicios, aunque siempre y cuando no se nos cobre dos veces ya que los sistemas embarcados ya vienen o vendrán montados en nuestro coche y luego pagaremos por activarlos puntual o continuamente. Son numerosas las marcas que ya actualizan sus coches de manera automática online sin necesidad de acudir al concesionario corrigiendo, incrementando funcionalidades -e incluso algunas reduciéndolas- a nivel de confort, dinamismo, conectividad... El automóvil se está volviendo digital, nadie lo duda. Tesla ha democratizado la actualización remota del vehículo. Los consumidores chinos exigen vehículos conectados. Son nativos digitales, tenían un teléfono móvil antes que el automóvil. Y hablamos del país que marca tendencias...
Y este tema del software va intrínsecamente ligado con el dato y sus posibilidades. En 2016 la consultora McKinsey nos vendió que el entorno del dato automovilístico podría alcanzar un negocio anual de 685.000 millones de euros en 2030 -512.000 para KPMG-. Estamos a mitad de camino en el tiempo y los ingresos según ambas fuentes estarían entre el 9 y el 13 por ciento de esta cantidad. Es cierto que la curva crecerá exponencialmente cuando las condiciones y los clientes permitan el despegue.
El dato está ahí y nuestro vehículo y su usuario pueden ser una fuente inagotable de nuevos servicios y de negocio para los actores de la cadena de valor de la movilidad -no solo fabricantes-. Solo pensemos en los ahorros de desarrollo que los fabricantes pueden lograr estudiando con mayor precisión los comportamientos a partir de necesidades de uso de los usuarios de vehículos y los datos extraídos de sus coches. Pero siempre poniendo en el centro al usuario que genera el dato y que deberá obtener algo a cambio por la cesión de esa información -servicios extra, dinero...-, sin olvidar tener garantizada la seguridad de ese dato y la transparencia en el uso de esa información,siendo además controlable por el generador el cuánto y el hasta cuándo.
Máxima conectividad
En estos momentos hay ya unos 230 millones de vehículos conectados en el planeta -29 por ciento- con capacidad generativa de datos de 25 gigas por hora y coche. Y esta cifra debería multiplicarse por tres a finales de la década...
Pero no olvidemos que si el coche avanza, más lo hace el teléfono móvil en su escalada de servicios para generarnos mayor dependencia. Será muy difícil que un vehículo, en el que un europeo “gasta” 80 minutos al día, compita con un teléfono móvil que utilizamos tres horas y media diariamente.