Solidaridad sobre dos ruedas
El país se ha volcado con los damnificados de la DANA en Valencia. Esta es la historia del granito de arena aportado por un grupo de moteros
Valencia es una tierra de motos, de miles de aficionados a las dos ruedas, de pilotos campeones del mundo, del Circuit Ricardo Tormo.... Pero actualmente también una parte de su territorio, de la ‘Terreta’, es una zona devastada por una DANA. Todo el mundo se ha volcado en ayudar a los afectados. Unos haciendo donaciones, otros viajando hasta la propia Valencia para ayudar sobre el terreno. Y así es como arranca esta historia, cuando nos enteramos de que nuestro amigo Maikel Spa junto con gente de buena pasta como Carlos Balboa estaba organizado un grupo de moteros para ir con motos para intentar acercar productos de primera necesidad donde no llegaban los coches. No le dimos muchas vueltas. Nos apuntamos.
El convoy con más de 20 motos salió de delante del C.F. Montañesa de Barcelona el miércoles de madrugada rumbo a Valencia. Porque el trailer cargado con el material solidario recogido por Albert Barranco ya había salido hacía horas. Por el camino nos fuimos juntando más voluntarios y encontrando con otros profesionales; compartir camino con gente de Protección Civil de Barcelona y de la Guardia Urbana, que también iban a la zona afectada, reforzaba nuestro sentimiento de que teníamos que ir sí o sí.
Llegando a Valencia
Fue acercarnos a Valencia y las retenciones a causa de los problemas de tráfico fue el preludio de lo que nos íbamos a encontrar. Conforme nos aproximábamos a nuestro destino inicial, a la población de Aldaia, el panorama iba cambiando drásticamente. Ver las imágenes en las redes o la tele es una cosa, encontrarte con la realidad cara a cara resulta difícil de describir. Finalmente pudimos llegar a Aldaia, donde se iba a descargar el trailer y empezamos a llevar tanto comida como productos de limpieza o lo que hiciera falta donde nos indicaba Silver Williams, unos de los coordinadores del Casal Falla Santa Rita-Pilar donde estábamos.
En nuestro primer viaje nos enviaron al Casal Falla Sant Vicent. En apenas cinco minutos llegamos donde nos indicaba el GPS pero no lo encontrábamos. Preguntamos. El Casal ya no existía, había sido arrasado por la DANA. Ahí tomamos conciencia de lo difícil que es la coordinación de la ayuda a nivel local. El viaje no fue en balde porque el material que llevábamos lo aprovechó otra gente.
El ’Club de los Cinco’
Después de un inicio como pollos sin cabeza, Berta (de Mujeres Moteras) con una Honda CRF300L, Cris (Moe) con una Honda CRF250R de enduro, Lluís (de Movimoto) con otra CRF300L, ‘Subi’ (el piloto Xavier Subirana) con una veterana pero efectiva Honda Dominator y un servidor con su Honda CRF1100L Africa Twin, todos con neumáticos con tacos, formamos un grupo bien avenido. “Éramos tres desconocidos y un amigo: Berta, Sergi, Lluís y Xavi, que siendo totalmente dispares nos hemos unido sin condiciones, y a pesar de todos los condicionantes, de una manera diría que casi mágica. Un vínculo que no sé si durará o no pero que en el momento de la verdad fue crucial para no caer rendidos en el bucle de la impotencia, y un vínculo parecido se ve, se palpa y se proyecta ante cualquier conversación o ayuda entre voluntarios”, apunta Cris.
Empezamos a repartir en Paiporta y Catarroja, a acceder a los sitios por donde los agentes del orden nos dejaban pasar. Porque había, hay, militares, Guardia Civil, Policía Nacional y Policía Local de todos los puntos de España desde Barcelona, Badalona, Sant Cugat, Vilanova i Geltrú, Fuenlabrada, Madrid... y nos dejamos muchos más.
Sin salvoconducto de ayuda humanitaria cada punto de acceso con policía era una parada a dar explicaciones, obvio. La mayoría nos dejó pasar, alguno en la zona complicada de verdad donde estaba trabajando la maquinaria pesada bajo nuestra absoluta responsabilidad. Aunque una policía local de un pueblo de Catalunya se cerró en banda para dejarnos entrar en Catarroja, pero sí dejaba pasar a coches y otros vehículos.
Catarroja, Chus y la copistería
Tuvimos la suerte de encontrarnos con Chus, que coordinaba un centro de ayuda en Catarroja y nos franqueó la entrada en esta castigada zona. El lugar en cuestión es la reprografía Comercial Mari’s Calero y que su propietario Paco había cedido desinteresadamente con fines humanitarios. A partir de ahí nos pusimos ‘a las órdenes’ de Chus llevando material arriba y abajo y ayudando en lo que tocaba.
Conforme nos adentrábamos en la zona más afectada de Catarroja, más complicado era. No por el barro o por el agua si no porque las calles todavía están cortadas al tráfico con coches cruzados en medio de la calle y los escombros y muebles destrozados que sacaba la gente de sus casas. Por momentos fue una prueba de habilidad sorteando obstáculos. Poder entregar las bolsas de comida a la gente mayor o con problemas de movilidad era nuestra mejor recompensa, lo que le daba sentido a nuestra presencia allí, nuestro grano de arena ante tanta desolación.
A la protectora de animales
Cansados, bastante cansados el primer día después del desplazamiento en moto hasta Valencia, tanto viaje arriba y abajo y tanta emoción reprimida, rematamos cuando Jesús Martín, otro amigo periodista que también estaba en Valencia ayudando, nos pidió con la noche cerrada que le echáramos un cable con el transporte de comida a una protectora de animales. Así es como cargamos una furgoneta con pienso y otros materiales. Al llegar no sé quién estaba más sorprendida, si la avestruz de ver gente a esas horas o nosotros de ver una avestruz...
A descansar al Espai Jove de Silla
Nuestro reino por una ducha. Cambiarnos de ropa y calzado, dejar el barro atrás por un momento, cenar algo. Así llegamos al ‘Espai Jove’ de Silla, un centro que Maikel había gestionado y donde nos acogieron para dormir. El ‘Club de los Cinco’ aprovechamos para cenar en una zona de picnic compartiendo lo que habíamos llevado. Porque antes de partir no sabías lo que te ibas a encontrar, tampoco a la hora de comer ni cenar.
Dormimos como pudimos en una sala compartida pero acomodada con colchonetas. Diana a las 7.00, desayunar, poner gasolina a las motos y otra vez al lío. Solo había pasado un día pero parecía que llevábamos una semana allí. Habíamos entrado en el bucle en el que viven toda la gente de allí. Porque el trabajo nunca se acaba. Nada más llegar a la copistería de Paco nos encontramos fuera en la calle cajas y cajas con ropa que el día anterior no estaban y empezamos a ordenar por tipos de prendas mientras Chus llegaba y nos indicaba donde ir con las motos.
Sorpresa, nos pidió si podíamos acompañarlo a hacer una batida en una zona para intentar encontrar a una persona desaparecida. Empezamos la batida en un barrizal pero sin muchas esperanzas. Era como buscar una aguja en un pajar. “Nunca imaginé en mi vida que dedicaría parte de una mañana a pinchar el barro con un palo de escoba a la búsqueda de un padre que había desaparecido tras las riadas”, recuerda Berta.
Accesos complicados
Así que al cabo de un tiempo decidimos volver a las motos, que era como nos sentíamos más útiles. Ahí empezó la búsqueda de una residencia de la tercera edad y toda una serie de odiseas que nos llevó a llevar comida a una urbanización y una vez acercar medicina para un ‘perri’.
Esta parte del libro de bitácora os servirá para conocer un poco de cerca estos dos intensos días en Aldaia, Catarroja, Massanassa y Paiporta. Dos días intensos, con el corazón encogido por el barro, normalizando una situación catastrófica... Porque las imágenes de la tele y de las redes no tienen olor, ni tacto, ni el impacto de verlo en directo, de hablar con las víctimas, de hacer de psicólogo de la gente que lo ha perdido todo...
Son mil historias como la del policía de Catarroja que salvó su Honda NC700X y nos la enseñaba como moteros que somos mientras nos explicaba que no la puede conducir porque se lesionó la muñeca después de estar colgado dos horas de una ventana durante la DANA. La historia de Silver Williams que estuvo con su hija de tres años y su compañera encerrados en el coche 16 horas hasta que fueron rescatados aunque lo perdieron todo. Sí, Silver lo ha perdido todo pero para nosotros es un ejemplo de fortaleza. Todo esto no nos lo han explicado terceros, hemos estado con ellos, con vecinos como Ismael que vio como las calles de Aldaia se inundaban pero en el pueblo no llovía y casi pierde la vida por intentar salvar su coche...
Después de dos días intensos tocaba volver a casa, a trabajar, a nuestra normalidad. El corazón no nos dejaba, seguía atrapado en el barro. De camino me pilló la lluvia durante parte de la ruta. Me puse a reír. Porque cuando vas en moto no resulta nada agradable conducir de noche lloviendo pero después de lo que había visto la lluvia en ese momento era como una broma.
Testimonio directo
Días después, el ‘Club de los Cinco’, y probablemente al resto de gente que ha ido a ayudar a Valencia también, estamos pasando una especie de síndrome de estrés post traumático. La propia Berta nos reconoce que “jamás pensé que gritaría por las calles de un pueblo que llevaba comida atada a una mochila en una moto de enduro, o a cargar kilos y kilos de comida para perros y gatos y llevarlos a un refugio donde lo que quedaba eran escombros. Sin duda es un antes y un después, y una sensación agridulce por no poder hacer aún más de lo que hicimos, y solo haber dedicado dos días de nuestra cómoda vida a ayudar. Difícilmente pueda borrar las imágenes de lo que vi de mi cabeza, aunque no todo fue el desastre. También vi la parte más noble, amable y altruista de las personas que han sobrevivido y de aquellos que están cada día allí ayudando”.
El propio Lluís, propietario de una empresa de transporte de motos y que dejó sus responsabilidades durante estos dos intensos días explica que “después de haber estado allí me siento confundido, impotente, enfadado... y es la primera vez que me ocurre habiendo hecho algo para ayudar, para sumar. Fuimos en moto y me gustaría haber ido también en 4x4, en grúa, en camión, en retroexcavadora, me gustaría haber podido hacer mucho más de lo que hicimos pero la magnitud de la desgracia es tan grande que hagas lo que hagas se queda pequeño. Ojalá nunca hubiera sucedido”.
Cris se sincera explicando que “no es fácil expresar lo que hemos vivido en Valencia, sobre todo por la sensación de que cada emoción negativa es una falta de respeto para las personas que han vivido la catástrofe en sus propias carnes. La sensación es que no tengo derecho a hablar de ello, que cualquier cosa que diga, la digo desde el privilegio de verlo desde fuera, incluso estando dentro”. Y añade que “en el terreno podrías llegar a sentir que estás ahí, pero la realidad es que estás tremendamente lejos”.
Muy personal
Escribo estas líneas dos días después de mi regreso. Todavía me duele el cuerpo. Porque sin quererlo te pasas más de 12 horas encima de la moto, conduciendo en malas condiciones, yéndote al suelo por culpa de un barro que es traidor como el hielo, levantando la moto de 230 kilos del suelo cargado con una mochila de 30 kilos. Pero no te das cuentas, solo piensas en ayudar, en llegar a destino y hacer otro viaje. No eres consciente del esfuerzo que estás realizando.
Ahora, desde la distancia me he traído una mochila de sentimientos que tardaré en asimilar, de estar aquí pero con el pensamiento en Valencia. Escribir y hacer deporte ayuda, como también recordar que no nos olvidemos de todos los afectados. Ahora están en una nube, en shock, pero lo peor está por venir. No nos olvidemos de ellos, por favor.
Solo queda agradecer el trabajo de todos los que fuimos, de los que han ido y de los que irán. Gente anónima y gente como las empresas Pau Travel Moto y Motomap Travel que cedieron varias motos de forma altruista, o de Movimoto que se encargó del transporte de motos de enduro que no podían realizar un viaje tan largo. No, no es publicidad gratuita, sencillamente es agradecimiento a un colectivo de las dos ruedas volcado en ayudar a los damnificados por la DANA. #amuntvalencia